sábado, 19 de diciembre de 2009

Para ser feliz quiero ... un autobús



Allá por los años ochenta, Loquillo clamaba a los cuatro vientos aquello de “Yo para ser feliz, quiero un camión”. Curiosa letra de Sabino Méndez que condicionaba su felicidad a un medio de transporte. El alcalde de Caesaraugusta, el ex-biministro Juan Alberto Belloch, prefiere un tranvía, aún cuando todavía hoy es una incógnita su idoneidad para la ciudad. Parece que la dicha va en función de la posesión de un determinado medio de locomoción, dependiendo de la persona o colectivo.




En el mundillo del ciclismo, la llave de la felicidad tiene forma de autobús. Años atrás, los equipos ciclistas profesionales, cuando todavía no existía esa entelequia denominada UCI-ProTour, se distinguían por disponer o no de un autocar entre su flota. Con el tiempo, se antoja tan imprescindible la posesión de tal medio de locomoción para la práctica del ciclismo de competición, que hasta en la elitista categoría máster hay o ha habido algún equipo que ha hecho alarde de semejante posesión y más de uno, suspira por tamaña posibilidad.





Como todo en esta vida, las capacidades limitan las posesiones y en función de aquellas hay que conformarse con lo que las posibilidades de cada uno permiten. Sirva el ejemplo del CLIF Bar Team para ilustrar esta perorata filosófica. Este equipo estadounidense de ciclocrós utilizaba un autobús, antaño usado para el transporte de escolares, adaptado a las necesidades de sus modestos componentes. Sin duda, ellos no necesitaban más para ser felices.



El peculiar “Big Green Bus” del Clif Bar Team que viajaba por los EEUU en busca de carreras de ciclocros a los mando del manager del equipo Ben Turner. En sus orígenes estaba dedicado al transporte escolar.





Los hermanos Eckmann (Yannick y Robin) en acción.