lunes, 5 de enero de 2009

Los reyes son los niños

Era un día como hoy. Aquella mañana no fue necesario el repelente sonido del despertador, ni la pertinaz insistencia de su madre. Apenas tuvo un atisbo de conciencia, abrió los ojos y de un salto abandonó la cama. Tampoco fue necesario estirar sus, en cualquier otro amanecer, entumecidos músculos. Nervioso y entusiasmado, se dirigió veloz al lugar acostumbrado en una mañana como aquella, el salón de casa. El Árbol de Navidad que había sido el adorno estelar durante esos días, acababa de ceder protagonismo a otros elementos no menos ornamentales que lo rodeaban, envueltos en vistosos papeles brillantes, tocados por exagerados lazos de colores. Algunos de los papeles de regalo, lucían el logotipo del centro comercial en el que se habían proveído Sus Majestades. En esos momentos, una apresurada mirada bastaba para identificar, por el tamaño o la forma, el regalo deseado por encima de todos y por el que comenzaría el esperado rito de desenvolver, uno tras otro, todos los presentes. Pero aquel año fue especial. Por detrás del árbol, asomaba tímida, pero brillante y poderosa a la vez, sobresaliendo sobre los demás regalos, una preciosa bicicleta de carreras ...

Este bien pudiera ser el comienzo de una de las infinitas historias que originan la pasión de un niño por la bicicleta, por el ciclismo. Otros hablarían de un cumpleaños, de una Primera Comunión, del aprobado de una asignatura rebelde, ... Como ya he dicho, son infinitas las historias, pero hoy, dadas las fechas que nos ocupan, me quedo con la que encabeza estas líneas.

Niños con bicicletas. Algunos de ellos se hacen ciclistas. Cada vez menos. Cada vez es más raro ver a niños jugando al ciclismo. Se han convertido en una especie en peligro de extinción en los arcenes de nuestras carreteras. Sólo tiene el lector que darse una vuelta, una mañana dominical cualquiera, por los lugares de salida de las diversas peñas o clubes ciclistas de su localidad, para constatar la ausencia de menores de edad en la práctica totalidad de esos colectivos ciclistas.

Lejos quedan aquellos tiempos en que cada grupo ciclista contaba entre sus integrantes con algún que otro niño o adolescente, blanco perfecto de todo tipo de “sabios” consejos procedentes de cada uno de sus añosos compañeros de afición, convertidos en improvisados catedráticos de ciclismo. Algunos de aquellos imberbes bicicleteros seguirían con su pasión por la bici y otros no. Unos se decantarían por la competición y otros se limitarían a sus picadicas dominicales. Pero todos tendrían la oportunidad de abrazar unos valores que la práctica de nuestro deporte aporta y que todos estamos de acuerdo, sirven para aplicar en otras facetas de la vida.

Las causas por las que escasean niños que quieran practicar el ciclismo, pueden ser muchas y variadas. Me niego a pensar que todas tienen su origen en los escándalos que todos sabemos y padecemos. No cabe duda que las carreteras cada vez son más peligrosas, debido al aumento de tráfico motorizado en las mismas y este aspecto hace que los padres desaconsejen a sus hijos la práctica de un deporte que entraña semejante riesgo.


Es por ello que no es en absoluto paradójico que las carreras master, antes denominadas de veteranos y ahora por algunos de abuelos, tengan mayor índice de inscripciones que las pertenecientes a las de categorías base. Esto hace unos años era impensable.

Los que viven de esto y los que viven para esto, deben tener claro que los niños de hoy son los futuros ciclistas de mañana. Algo tan evidente y digno de Perogrullo, a menudo da la impresión de que se obvia.

¿Soluciones?. ¿Escuelas altruistas vertebradas alrededor de los clubes?, ¿los perennes mecenas, los padres, siguiendo con el coche los “entrenamientos” de sus hijos para protegerles, en la medida de lo posible, en esa jungla de asfalto de ahí fuera?, ¿clases o aulas profesionalizadas en horario lectivo que en ocasiones, chocan frontalmente con los planes de trabajo de profesores de la asignatura de Educación Física?, ... Creannos, en El Carajillo Alegre no tenemos la solución, de lo contrario, ya le hubiéramos dado un cuarto al pregonero.

Este zagal, llamado Alessandro, ganó esta carrera de niños unos cuantos años antes de ...


... ganar ésta, ante los mejores ciclistas profesionales del Mundo.