viernes, 26 de septiembre de 2008

El Carajillo Alegre en la Vuelta a España

El Carajillo Alegre no podía perderse el gran evento ciclista que se celebra anualmente en la piel de toro y aprovechamos la presencia de la carrera por tierras aragonesas, para dar cobertura a la misma.

Elegimos la etapa con final en Zaragoza para acercarnos a ver a los que cobran por correr en bicicleta y el punto estratégico donde contemplar las evoluciones de los “profetis” fue el avituallamiento de Almudévar. Vale, lo reconocemos, nos importaba un pimiento ver ataques, escapadas, juegos tácticos, ... aquí de lo que se trataba era de trincar algún bidón, gorra, ... no cabe duda que si algún deportista es fetichista, ese es el ciclista (atención a la rima).

Pues eso, que nos fuimos a las afueras de Almudévar, porque en la población había una Meta Volante, para ver pasar la carrera, aunque no elegimos el sitio más adecuado para nuestro objetivo. No obstante, la función de cada uno era clara y concisa: habida cuenta de que éramos dos efectivos, uno se encargaría de coger los bidones que cayesen dentro de la calzada y el otro, más ágil, saltaría el quitamiedos, si fuera necesario, para hacerse con aquellos que fueran arrojados al sembrado.

Se dio una circunstancia curiosa que no me resisto a relatar, no sin antes advertir al lector que en ningún momento revelaré la identidad del protagonista, para que no desvirtúe la imagen y el concepto que de él se pueda tener. Como he dicho anteriormente, cada uno tenía bien claro cual era su papel en la misión. Pues bien, aparecen las primeras motos, coches, etc ... pasa un escapado del equipo Milram, no tira nada, pasan más coches, esperamos algo más de un minuto y aparece el pelotón en todo su esplendor. Los auxiliares estrechan el paso del mismo, pues ocupan uno de los carriles y los ciclistas pasan pegados a nosotros y, por fin, comienzan a deshacerse de los bidones que llevan en sus bicis para hacerse con otros fresquitos. Los carajillos en cuestión observan las presas, memorizan el lugar exacto donde se posan sobre el asfalto y esperan a que pase el pelotón para caer sobre ellas. Mientras al que le toca saltar el quitamiedos, para hacerse con los bidones que han caído entre las hierbas, cumple con su cometido, el de dentro de la calzada hace lo propio, con tal celo que no duda ni un instante en lanzarse sobre un bidón que todavía rodaba en dirección a los pies de una señora de mediana edad. El carajillo, raudo y veloz cual saeta, se cobra la preciada presa, tras lo cual la señora, contrariada, le espeta: “¿No crees que lo justo es que me des ese bidón?”, a lo que el ínclito le contestó airoso: “¡Señora, hay que estar más espabilao!”...
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La etapa la ganó un francés apellidado Hinault, algo así como si vas a Francia, te llamas Jesús Indurain y ganas una etapa al sprint sin ser un velocista de los más reputados.
El coche del Milram.
Rubén al lado del coche del Liquigas.
El coche del CSC, muy original con el pajarraco ese encima de la rueda.
El carajillín de naranja nos ha salido tímido.
El cazador cazado. José Manuel, fotógrafo oficial de El Carajillo Alegre, pillado por el objetivo alternativo.
Hay que reconocer que el grafitero que ha tuneado el coche de los gallegos, se lo ha currado.
Los del Cofidis preparando la merienda.

En Lampre no se tira nada de la comida que sobra en las bolsas. ¿A que no sabéis quién las replega?.

Algunos han terminado el curro y sólo les queda esperar a los ciclistas. Las opciones son variadas: el de la Francaise de Jeux sentadico en la silla con las patas encima de la nevera, el de Cofidis tumbado en el asiento del conductor con las piernas encima de la puerta ...

... y los del Eukaltel intercambiando el número del móvil con la rubia.

Nota de E.C.A.: Si esta última fotografía pudiera acarrear algún problema de pareja a los protagonistas de la misma, El Carajillo Alegre está en disposición de asegurar que la escena tiene una explicación plausible.