jueves, 21 de agosto de 2008

Consideraciones y juicios frutícolas acerca de la gravedad

El ilustre carajillo veía ante si el inminente reto que le esperaba en aquella mañana de Agosto. Rubén Carajillín no podía disimular cierto desasosiego al pensar en el esfuerzo que estaba a punto de realizar. El comienzo del puerto de Monrepós cada vez estaba más cercano y la esbelta silueta del Pico del Aguila era perfectamente visible hacía tiempo.

De repente, Rubén "Carajillín" aseveró resuelto:
- “La culpa de que no suba bien la tiene el que inventó la gravedad”.
A lo que el carajillo Felis se apresuró a afirmar:
- “Perdona, pero la gravedad no se inventó, en todo caso, la descubrió Isaac Newton”.
Rubén Carajillín”, no contento con el argumento de su amigo, continuó:
- “Pues eso, si al Newton ese no le hubiera caído la manzana en la cabeza, yo subiría mejor. ¡Lástima no le hubiera caído un melón, en vez de una manzana!”.


La postura de Gerardo tiene una explicación: se le había bajado el sillín y estaba colocándolo en su sitio.

Las palabras de Rubén Carajillín sientan cátedra y están empapadas de sabiduría. Es cierto. La de problemas que nos ha dado a los ciclistas una insignificante e inofensiva manzana.

Remontándonos a tiempos más remotos, no hay que obviar la que lió Eva dándole una manzana a Adán en el Paraíso. Si aplicásemos la teoría de Rubén Carajillín y, en lugar de una manzana, Eva le hubiera ofrecido un melón a su pareja, la historia hubiera adquirido tintes muy distintos:
- “Anda, mira a ver el melón que me ha dado el culebras del frutero, para mí que me ha engañau y me ha dado pepino”.
A lo que Adán, con evidente desgana, después de hundir su dedo pulgar en la parte menos noble de la fruta y oír el sonido hueco de su interior, le habría contestado:
- “Si es que ese reptil siempre te cuela unos melones que no valen ni para la ensalada, maña”.
El melón nos habría librado del pecado original y, sin esa primigenia mácula, nos hubiéramos evitado un montón de problemas.

Recomendación: No perderse la vista del Pirineo desde este enclave.


Pero volvamos al siglo XVII, a la apacible campiña inglesa, mientras Sir Isaac Newton disfruta de algo parecido a nuestra siesta. El no lo sabe, pero el destino le tiene deparado descubrir la ley de gravitación universal. Imaginemos que aplicando la teoría de Rubén Carajillín”, no sabemos cómo, pero le cae del cielo un melón de cinco kilos (no me pregunten porqué, pero tienen que ser cinco) en la cabeza. Seguramente, el desafortunado científico hubiera despertado con un horrible dolor de cabeza, si no con amnesia, ajeno a cualquier descubrimiento sobre la fuerza que ejerce la Tierra sobre la masa adiposa del ciclista y, siempre según Rubén Carajillín”, las dificultades a la hora de subir un puerto en bicicleta no existirían o, en el peor de los casos, estarían sensiblemente minimizadas.


Este es el trofeo Enjoy Cycling al que nos hicimos justos merecedores después del entrenamiento.